Moda de Lujo en Tiempos de Proteccionismo: El Precio que se Paga
La moda de lujo ya no es una burbuja inmune a factores externos. Hoy en día, hay un control más estricto, mayor presión política y una atención constante sobre cómo se distribuyen los actores clave de esta industria. Las decisiones políticas, los conflictos comerciales y la economía global han comenzado a influir de manera significativa en el sector, lo que plantea nuevos desafíos.

La Compra de Versace: Un Reflejo del Nuevo Contexto
El reciente movimiento de Prada al adquirir Versace por u$s1.400 millones ilustra esta realidad. La operación estuvo a punto de fracasar debido a las medidas impulsadas por el presidente Donald Trump, revelando que el estilo también conlleva costos cuando se trata de cruzar fronteras. Este contexto pone de manifiesto cómo las dinámicas del lujo han cambiado, obligando a las marcas a adaptarse a un panorama más complejo.
Una Cadena de Producción Internacional y Fragil
La cadena de producción en la moda de lujo es tanto internacional como frágil. Una prenda puede incluir algodón de Egipto, hilo de Escocia, botones de Francia y talleres de confección en India o Portugal. Este sistema, que alguna vez simbolizó eficiencia, ahora se ve amenazado por aranceles y conflictos políticos que pueden elevar los costos y restringir el acceso a ciertos mercados.
Por ejemplo, Tapestry, la empresa matriz de Coach, intentó adquirir Capri Holdings pero se encontró con la oposición de reguladores preocupados por una posible concentración excesiva en el mercado. Este tipo de fusiones ya no fluyen con la misma facilidad que antes, evidenciando un entorno más controlado y regulado.
El Fin de un Modelo Tradicional
A medida que las marcas buscan refugio en conglomerados que ofrezcan estabilidad financiera, queda claro que la marca individual ya no es suficiente para sobrevivir. El antiguo modelo de diseño concentrado en Europa, producción en el sur global y consumo en Asia y Estados Unidos ha dejado de funcionar como antes. Las nuevas reglas del comercio, junto con la inflación logística y las restricciones migratorias, han forzado a la industria a replantearse su estrategia.
Surgen preguntas que antes no se planteaban: ¿será posible una moda más regional con producción relocalizada? ¿Se reducirán los desfiles globales en favor de lanzamientos digitales? ¿Qué valor tendrá lo hecho en casa frente a lo importado?
Resiliencia: El Nuevo Capital del Lujo
En este nuevo escenario, el concepto de resiliencia ha adquirido una importancia fundamental. Ya no es suficiente contar con una línea estética definida o una comunicación sólida. Las casas de moda que logren diversificar sus fuentes de insumos, relocalizar parte de su producción o establecer alianzas logísticas más estables serán las que consigan sostenerse en el tiempo. El estilo sigue siendo importante, pero la capacidad de adaptación se ha convertido en un diferenciador clave.
Prada, al adquirir Versace, no solo hizo una jugada audaz, sino que también mostró cómo el sistema ha perdido su escudo de inmunidad. Ahora, el lujo se siente vulnerable y cada operación comienza a leerse como una respuesta ante un mundo donde vestir bien puede depender de decisiones políticas. Incluso el lujo más refinado debe afrontar los impuestos de la realidad.
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