Claves para saber si debes solicitar dinero

Divorciarse nunca es una decisión fácil. Pero hay aspectos legales que pueden facilitar un poco el camino, especialmente cuando hablamos de la compensación económica. Este tema puede sonar frío, pero es fundamental para equilibrar la balanza entre las partes después de una separación.

Una cosa que es importante recordar es que tanto hombres como mujeres pueden solicitar esta compensación. Aunque, en muchos casos, las mujeres son las que más se benefician, esto es más por las dinámicas de cuidado y las interrupciones en sus carreras que por una cuestión legal. La norma, de hecho, es neutral en cuanto al género, enfocándose en mantener el equilibrio económico sin importar quién haya tenido una desventaja.

En estos últimos años, hemos visto un cambio notable. Cada vez más hombres están asumiendo un rol activo en la crianza y el cuidado de los hijos. La idea de compartir la custodia de manera equitativa ya no parece tan lejana, algo que hace dos décadas era impensado. Muchos padres, incluso aquellos con trabajos muy demandantes, han decidido reconfigurar su vida profesional para poder disfrutar más tiempo con sus hijos.

Esto también ha llevado a un cambio en cómo se plantean las compensaciones. Al distribuir las responsabilidades de manera más equitativa, los reclamos económicos también han evolucionado.

Para solicitarla, es importante saber que el Código Civil establece un plazo de seis meses desde la sentencia de divorcio. Es un término que no se puede interrumpir; si se pasa, se pierde el derecho a solicitarla. Esta compensación puede ser en forma de un pago único, una renta por un tiempo determinado o incluso la adjudicación de bienes. En este último caso, debe ser homologada judicialmente para que tenga validez. El reclamo puede presentarse ante un juez o incluirse en el convenio de divorcio, junto con la cuota alimentaria y la división de bienes.

Lecciones de la experiencia internacional

La compensación económica no es algo exclusivo de nuestro país. Estudios internacionales han mostrado su lógica e impacto. Por ejemplo, investigaciones han confirmado que, tras un divorcio, las mujeres suelen experimentar pérdidas económicas significativamente mayores que los hombres, especialmente en los llamados “gray divorces”, que son separaciones en etapas más avanzadas de la vida.

También se ha observado que la forma en que se diseñan las leyes influye en las decisiones que toman las familias. Normas claras generan menos conflictos y permiten a las partes llegar a acuerdos más rápido y sin fricciones.

Desde mi experiencia, tratamos la compensación económica como parte de un enfoque integral, especialmente en divorcios de mutuo acuerdo. En una sola conversación, abordamos temas sensibles como la cuota alimentaria, la división de bienes y, cuando es necesario, la prestación compensatoria.

Un par de ejemplos pueden ayudar a ilustrar esto. Imaginemos a una cónyuge que dejó su carrera durante 15 años para cuidar de la familia, mientras su pareja se enfocaba en su carrera. Aquí, la compensación reconoce ese trabajo invisible y facilita su regreso al mundo laboral. Otro caso podría ser una sociedad en la que uno de los cónyuges aportó capital, pero el otro se encargó de la gestión. En este escenario, se podría acordar una compensación en forma de una participación en el capital social. A veces, esta compensación se da en especie, como inmuebles o acciones, lo que evita pagos inmediatos.

Entre la ley y la vida real

Cada divorcio es único. En muchas familias de clase media, cuando hay hijos menores, suele ser el hombre quien deja el hogar familiar. Y aunque la separación sea acordada, si la mujer no tiene empleo, se enfrenta a un doble gasto: por un lado, la cuota alimentaria y, por otro, el costo de mantener dos hogares. Esto puede ser complicado y, muchas veces, el mismo dinero tiene que cubrir ambas cosas.

En sectores más acomodados, a menudo hay espacio para compensaciones en especie. Pero en contextos más ajustados, la ley se enfrenta a la dura realidad económica.

Como abogada, mi objetivo es ayudar a las personas a reorganizar su vida de manera autónoma. La compensación económica debe ser vista como una herramienta que facilite la transición a una nueva etapa, no como una carga del pasado. Invito a quienes atraviesan una separación a dejar de lado el papel de víctima: ni el hombre que siente que no puede más, ni la mujer que espera depender de una compensación por tiempo indefinido.

Cuando unimos el conocimiento del derecho con una mirada proactiva hacia el futuro, la ley se convierte en una oportunidad para empezar de nuevo.

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