Superávit fiscal en debate: ¿Puede el Gobierno aflojar sin poner en riesgo la desinflación?
El Gobierno de Milei ha implementado un ajuste fiscal más agresivo que el de otros países que han buscado estabilizar la inflación. En el primer año de gestión, el Ministerio de Economía ha mantenido una disciplina en los gastos, pero ha surgido un debate entre economistas: ¿existe margen para relajar el superávit fiscal y fomentar un crecimiento más sostenible, o esto podría comprometer el proceso de desinflación?
En 2024, el sector público nacional logró un superávit fiscal primario del 1,8% del Producto Bruto Interno (PBI). Este año, el saldo favorable alcanzó el 0,6% entre enero y abril, y por primera vez en 15 años, el resultado financiero fue positivo (+0,3%). Sin embargo, el reciente crecimiento del gasto primario y la débil recaudación en mayo plantean interrogantes sobre la viabilidad de continuar con políticas fiscales estrictas.

La motosierra y su efecto en la inflación
El discurso oficial sugiere que la política de ajuste es la razón principal por la cual la inflación ha cedido. El Gobierno no parece dispuesto a negociar este enfoque, que se ha convertido en un pilar de su estrategia económica. En abril, el gasto primario mostró su primera caída anual, pero los ingresos continuaron creciendo, aunque con un panorama más complicado debido a la eliminación del Impuesto PAIS y reducciones en aranceles a las importaciones.
El ajuste fiscal: un caso excepcional
Según un informe del Instituto Interdisciplinario de Economía Política (IIEP) de la Universidad de Buenos Aires, la consolidación fiscal es vital para estabilizar una economía con inflación crónica. Sin embargo, el economista Joaquín Waldman señala que los resultados fiscales de Argentina superan a los de otros planes de estabilización exitosos. En programas anteriores, el superávit primario del año posterior al inicio era del 1,2%, mientras que Argentina ha mostrado cifras mucho más altas.
El superávit actual, que se utiliza principalmente para inversiones financieras, se considera doblemente contractivo. Esto se debe a que no solo reduce el gasto público, sino que también eleva la tasa de interés, ya que el Tesoro busca refinanciar deudas en lugar de utilizar los pesos para cancelarlas.
¿Un superávit excesivo?
Waldman sugiere que el Gobierno podría considerar una relajación fiscal para estimular la economía, como la inversión en obras públicas o la acumulación de reservas. Asegura que el superávit es innecesariamente grande y que el Tesoro tiene recursos para aumentar gastos fundamentales sin incurrir en excesos de emisión ni sobreendeudamiento. Por otro lado, el economista José Ignacio Bano considera que no hay mucho margen para relajar el superávit y advierte sobre los efectos negativos de las políticas contractivas en el crecimiento económico.
Desinflación versus crecimiento: el dilema del Gobierno
La dualidad entre la desinflación y el crecimiento ha sido evidente en momentos críticos, como el año pasado cuando el parate económico fue notable. Aunque actualmente no se enfrenta a la misma escasez de pesos, la economía argentina podría soportar un nivel de inflación mensual del 1,5%. La pregunta es hasta qué punto el Gobierno debería continuar con la política de secar la plaza de pesos y cuándo permitir un cierto nivel de inflación para facilitar el crecimiento.
Aunque hay indicios de crecimiento económico, este se produce en sectores poco intensivos en empleo, lo que podría generar tensiones sociales. Los salarios reales del sector privado permanecen estancados, y el consumo privado no repunta, lo que plantea desafíos adicionales al entorno económico.
Es fundamental que el Gobierno evalúe cómo manejar esta tensión entre desinflación y crecimiento. Una aproximación equilibrada podría ser la clave para un desarrollo sostenible que beneficie a todos los sectores de la economía.
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