Satélites Starlink de Elon Musk alteran la atmósfera terrestre
La expansión de las mega constelaciones de satélites, como Starlink de SpaceX y Kuiper de Amazon, está generando un nuevo riesgo ambiental para nuestra atmósfera. Un estudio reciente liderado por Leonard Schulz, investigador de la Universidad Técnica de Braunschweig, señala que la desintegración de estos satélites al ingresar de nuevo en la atmósfera libera metales de transición, lo que podría alterar su composición química de maneras inesperadas. En las últimas décadas, hemos logrado recuperar la capa de ozono gracias a la prohibición de sustancias como los clorofluorocarbonos (CFC). Sin embargo, ahora enfrentamos una nueva amenaza: la contaminación metálica que proviene de la industria espacial.
Los satélites de estas constelaciones están diseñados para desintegrarse tras aproximadamente cinco años de funcionamiento. Este ciclo corto provoca una rápida acumulación de residuos metálicos en la atmósfera. Aunque la cantidad total de material artificial que se inyecta en nuestra atmósfera representa solo el 7% de la masa anual de meteoritos, la proporción de metales que liberan es bastante alarmante, alcanzando el 16% del total natural. Este problema se agrava porque, a diferencia de los meteoritos, los satélites y cohetes están fabricados con metales, como cobre, titanio y litio, que tienen propiedades catalíticas. Estos metales podrían provocar reacciones químicas indeseadas.
La expansión de Starlink y su impacto ambiental: qué está pasando con la atmósfera
Desde 2015, los humanos ya eran la principal fuente de 18 elementos químicos en la atmósfera. Para 2024, esa cifra aumentó a 24 elementos, y se estima que podría llegar a 30 en las próximas décadas. Este aumento, en gran parte, es atribuible a la proliferación de megaconstelaciones de satélites que liberan partículas metálicas al desintegrarse. Metales como el cobre y el titanio, esenciales en la construcción de naves espaciales, podrían acelerar reacciones químicas que dañen la capa de ozono, algo similar a lo que ocurrió con los CFC en los 80.
El estudio menciona tres posibles efectos negativos de estos residuos metálicos en la atmósfera:
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Destrucción del ozono: Los metales podrían actuar como catalizadores en reacciones que degradan la capa de ozono. Ya hemos visto efectos similares con otras sustancias en el pasado.
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Formación de nubes: Las partículas metálicas pueden alterar los patrones de nubes, lo que puede modificar el clima en niveles inferiores de la atmósfera.
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Efectos radiactivos: Estas partículas podrían reflejar o atrapar el calor solar, generando cambios inesperados en la temperatura global. Este mecanismo se parece a ciertas propuestas de geoingeniería que intentan combatir el cambio climático, aunque con resultados inciertos.
A pesar de los esfuerzos para eliminar residuos espaciales, todavía no entendemos completamente cómo estos metales afectarán la atmósfera. No existen investigaciones que analicen, por ejemplo, si el titanio acelerará la destrucción del ozono o si el litio suspendido en la estratosfera reflejará la luz solar de manera significativa. Los autores del estudio subrayan la urgencia de investigar estos impactos, especialmente considerando que la vida útil de los satélites es de apenas cinco años y que su desintegración masiva continuará en las próximas décadas.
La comunidad científica advierte que, sin un análisis detallado y medidas preventivas, podríamos enfrentar otra crisis ambiental parecida a la del agujero en la capa de ozono. La diferencia es que los efectos aún son desconocidos, lo que complica la anticipación de soluciones. Los investigadores claman por financiamiento para estudiar estos fenómenos antes de que las consecuencias sean irreversibles.