Pérdidas en el Congreso y una interna política sin solución

En Balcarce 50, ya están acostumbrados a que los obstáculos no frenen su meta principal: aprobar el Presupuesto antes de que termine el año. Sin embargo, en la intimidad, reconocen que la coordinación del diálogo con los gobernadores se ha complicado nuevamente. Lo que se evidenció en el Congreso fue una disfuncionalidad que trae problemas desde hace tiempo: la cantidad de voceros y terminales de negociación dentro del oficialismo.

La reciente salida de Guillermo Francos y la llegada de Manuel Adorni a la Jefatura de Gabinete generaron expectativas sobre un posible orden en el ámbito político. Lo mismo ocurrió con la incorporación de Diego Santilli al frente del Ministerio del Interior, reemplazando a Lisandro Catalán. La idea era claro: definir roles, imprimir disciplina, unificar estrategias hacia las provincias y saldar deudas políticas.

Sin embargo, este reacomodamiento no solucionó el problema de base. Junto a los ministros, hay figuras influyentes que también participan en las negociaciones: Santiago Caputo y Eduardo “Lule” Menem, quienes tienen relaciones directas con gobernadores y legisladores. Su presencia modifica cada mesa de diálogo.

Un ejemplo claro de la situación fue la sesión sobre el Presupuesto. Desde los despachos oficialistas, admitieron que había diferencias sobre qué concesiones aceptar para asegurar el apoyo en el recinto. Estas discrepancias causaron demoras y sorprendieron a algunos legisladores aliados que esperaban señales claras antes de la votación.

El Gobierno afina estrategia en el Congreso mientras ordena su interna

El resultado dejó pases de factura. Algunos funcionarios culpan a los gobernadores por no cumplir compromisos previos, mientras que otros señalan fallas en la estrategia legislativa. También hay reclamos a quienes intentaron personalizar los vínculos con las provincias, lo que aumentó las rivalidades internas.

La mesa política del jueves en Casa Rosada fue convocada de urgencia tras el traspié en Diputados. Participaron el presidente Javier Milei, Karina Milei, Manuel Adorni, Patricia Bullrich, Diego Santilli, Martín Menem, Santiago Caputo e Ignacio “Nacho” Devitt. El objetivo fue revisar los números reales en relación al Presupuesto y redefinir la estrategia para recuperar apoyos. Discutieron los artículos que aún quedaban pendientes y se evaluaron alternativas para negociar con los gobernadores que mostraron reticencias. Desde las fuentes oficiales se admitió que la falta de coordinación previa fue clave en el revés legislativo.

En este contexto, la presencia de Ignacio “Nacho” Devitt llamó la atención. Se lo considera una pieza clave en el nuevo esquema parlamentario, con facilidad para conectarse con los gobernadores. Su involucramiento sugiere que el Ejecutivo busca ordenar el diálogo político y consolidar un negociador fuerte para la recta final del Presupuesto y la reforma laboral que aún está pendiente.

Por otro lado, Karina Milei y Santiago Caputo están consolidando espacios de poder en organismos esenciales. La hermana del presidente avanzó en el Banco Nación al colocar a Darío Wasserman al frente, mientras que Caputo se quedó con el manejo de recursos relacionados a la obra pública y la designación de Andrés Vázquez al frente de ARCA. Este reparto de poder se mantiene desde la tregua que surgió tras las elecciones de medio término.

Mientras tanto, el Ejecutivo ha activado un plan alternativo para que el Presupuesto 2026 sea sancionado antes del receso. La postergación de la reforma laboral representa otro retroceso; aunque esperaban alcanzar los votos necesarios, la resistencia de sectores sindicales y la desconfianza de algunos gobernadores obligaron a modificar la estrategia. Ahora, la prioridad es asegurar la aprobación del Presupuesto antes de volver a insistir con la flexibilización del mercado laboral.

Técnicamente, el Gobierno aún tiene margen. La oposición dialoguista no bloqueó la discusión y dejó la puerta abierta a renegociar capítulos específicos. Sin embargo, la experiencia reciente muestra que, sin una dirección política unificada, los acuerdos pueden desmoronarse en el último momento.

Mientras tanto, se siente la tensión interna, exacerbada por una presión externa creciente. Los gobernadores reclaman certezas fiscales y demandan un esquema de distribución de recursos más predecible. Esto convierte la negociación en algo asimétrico: cada concesión a una provincia provoca inquietudes en las demás y alimenta el desgaste del Gobierno dentro de su propia coalición.

Desde el oficialismo reconocen que esta semana dejó lecciones claras. Sin votos firmes y un marco político definido, las reformas estructurales pierden impulso. El desafío ahora es reconstruir la confianza con los aliados parlamentarios y corregir los cortocircuitos internos para evitar nuevos tropiezos en el Congreso.

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