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Mandriles, gorilas y la animalización del discurso democrático

En el contexto político argentino, el lenguaje se ha transformado en una herramienta de agresión más que en un medio para expresar ideas. La retórica violenta no es accidental; es una estrategia deliberada que busca movilizar a las masas, legitimar la hostilidad y debilitar los principios de la convivencia democrática.

La animalización del adversario se ha vuelto cada vez más común. En abril de 2025, el presidente Javier Milei intensificó su discurso despectivo, llamando a sus opositores mandriles inmundos. Este tipo de retórica busca reducir al otro a una figura primitiva, incapaz de razón y dignidad, lo que hace que el diálogo se convierta en un mero intento de aniquilación.

Mandril. National Geographic

El impacto de la animalización en la política

La utilización de términos como gorila en la cultura política argentina ha creado un estigma que cierra la puerta al diálogo. Originada en un programa humorístico de 1955, la expresión ha evolucionado para simbolizar una enemistad casi moral entre diferentes sectores. Ser gorila implica ser antiperonista, lo que se traduce en una frontera moral insalvable.

  • La deshumanización del adversario es un paso previo a la violencia.
  • Palabras como mandril y gorila se utilizan indiscriminadamente.
  • La violencia verbal crea jerarquías que anulan el debate civilizado.

La violencia lingüística no solo hiere a quienes la reciben, sino que también erosiona los cimientos de la democracia. Como señala Martha C. Nussbaum, ver a otros como contaminantes facilita su exclusión y maltrato. Judith Butler, en su obra Excitable Speech, indica que el lenguaje injurioso busca despojar al otro de su estatus de interlocutor legítimo.

El lenguaje como productor de realidades

Pierre Bourdieu argumentó que el lenguaje no solo describe, sino que también produce realidades. Cuando el discurso público se tiñe de animalización y violencia, las prácticas sociales reflejan esa brutalidad. Esto abre la puerta a la naturalización de la exclusión y la agresión. Históricamente, en episodios de violencia masiva, la propaganda ha recurrido a la animalización de las víctimas como un paso previo a la violencia extrema.

La política, que debería fomentar el consenso entre diferencias, se convierte en un ejercicio de fabricación de enemigos. A medida que la retórica violenta se normaliza, lo que queda es una sociedad fracturada, resentida y enfrentada. Este ambiente, donde la violencia se legitima como lenguaje, dificulta el reconocimiento del otro como igual.

La historia demuestra que, aunque los políticos puedan pasar, las heridas que dejan en la conciencia colectiva pueden tardar generaciones en sanar. En esta dinámica, entre mandriles y gorilas, lo que se pierde es la posibilidad de construir un futuro común.

El reto actual es revertir esta tendencia y trabajar hacia un lenguaje que promueva la empatía y el entendimiento. Es hora de cuestionar cómo nos comunicamos y cómo podemos, a través de nuestras palabras, contribuir a una democracia más saludable y respetuosa.

Invitamos a todos a reflexionar sobre la importancia de un discurso que favorezca la unidad y el respeto, y a compartir este mensaje con aquellos que valoran un debate civilizado y constructivo.

Rafael Cockell

Administrador, con posgrado en Marketing Digital. Aproximadamente 4 años de experiencia en redacción de contenidos para la web.

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