Los narcos emplean uniformes militares en sus enfrentamientos
Grupos del Comando Vermelho en Río de Janeiro han dado un giro impactante a su imagen. Ahora utilizan equipos tácticos de grado militar, lo que ha cambiado no solo su apariencia, sino también sus métodos de combate. Vestidos con chalecos, botas y camuflaje avanzados, estos grupos se han vuelto más audaces al enfrentarse a la policía y al expandir su control en áreas conflictivas.
En un reciente operativo en los complejos de Penha y Alemão, se vieron a criminales portando rifles y equipados con artillería militar. Curiosamente, toda esta ropa y equipamiento se pueden conseguir legalmente por internet, generalmente para actividades recreativas como airsoft o paintball. Pero, claro, los narcotraficantes tienen otros planes y los emplean en su guerra urbana.
El acceso a equipamiento militar
La posibilidad de adquirir estos materiales online ha revolucionado la forma en que operan estas organizaciones. “Puedes comprar desde uniformes, botas y chalecos, hasta dispositivos de rastreo para drones”, cuenta el analista de seguridad Alessandro Visacro. “En una fuga por un terreno boscoso, tener botas tácticas es un gran avance en comparación con usar sandalias, que te convierten en un objetivo fácil”.
Este uso de equipos no solo se aplica en enfrentamientos con la policía. Se ha extendido a disputas entre facciones rivales, como ocurrió en 2024 con la detención de los “hombres helecho”. Estos integrantes del Comando Vermelho invadieron una comunidad en la Zona Oeste, camuflándose con uniformes ghillie, que son los mismos que usan los francotiradores de élite.
La ventaja tecnológica en el terreno
Visacro señala que el nivel de armamento que posee el crimen organizado actualmente supera al de muchas fuerzas policiales. Sin embargo, remarca que la ventaja técnica sigue estando en manos de las autoridades. “Aunque el equipamiento es importante, nuestras fuerzas de seguridad pública han demostrado ser más hábiles en su uso”, enfatiza.
La estética militar, que antes era exclusiva de las fuerzas del orden, ahora se ha convertido en una herramienta tanto de intimidación como de supervivencia para el narcotráfico en Río de Janeiro. La línea entre la guerra y el crimen parece volverse cada vez más borrosa en esta realidad.