La estrategia de Scott Bessent con dólares y pesos en el swap
La tensión cambiaria que se vivió en las semanas previas a las elecciones en la provincia de Buenos Aires reveló un panorama poco claro, con efectos profundos a nivel macroeconómico. Específicamente, la intervención del Tesoro de Estados Unidos en el mercado argentino y la incapacidad del Banco Central para cumplir su rol estabilizador marcaron esta etapa. Se activó un swap como estrategia para que Washington saliera sin pérdidas. Un movimiento financiero sofisticado, pero que expone la fragilidad del sistema cambiario argentino.
En los días previos a la elección, la búsqueda de cobertura por parte del sector privado desembocó en una corrida clásica hacia el dólar. La divisa norteamericana rápidamente alcanzó el límite superior de la banda cambiaria, lo que obligó al Banco Central a vender más de 1.100 millones de dólares en tres días. Sin embargo, esas intervenciones no lograron estabilizar el mercado y más bien evidenciaron que el régimen de bandas estaba agotado. El BCRA, al perder su capacidad de defender el tipo de cambio, dejó de ser la ancla que se esperaba.
En medio de este escenario, emergió un jugador inesperado: el Tesoro de Estados Unidos, liderado por Scott Bessent. Se comunicó que Washington comenzó a vender dólares en el mercado local para reforzar la estabilidad y frenar la corrida. Era un apoyo sin precedentes para un gobierno argentino, pero, a pesar de ello, la demanda de dólares seguía firme y la presión compradora no cedía.
La crisis no se debió a un solo factor. A la presión preelectoral se sumaron errores de política monetaria que habían socavado la credibilidad del BCRA en los meses anteriores. La eliminación de las LEFIs recortó herramientas clave para regular la cantidad de dinero en circulación. La comunicación sobre el funcionamiento de las bandas cambiarias fue desorganizada, y el mercado ya había internalizado que cualquier resultado electoral implicaría cambios en este esquema.
Cuando la credibilidad se pierde, los instrumentos de política monetaria dejan de funcionar. Así ocurrió con la intervención del Tesoro de Estados Unidos, que intentaba restaurar expectativas, pero no logró convencer al mercado de que el precio del dólar encontraría un punto de equilibrio más bajo.
Cada vez que el Tesoro vendía dólares, recibía pesos a cambio, y esos pesos iban a una letra del Banco Central que ofrecía una tasa del 4% mensual. Así, mientras trataba de estabilizar el mercado, Washington también acumulaba ganancias significativas. Aunque se comunicó la intervención de Bessent, el resto de los detalles se armaron con datos del BCRA y declaraciones posteriores. Aún así, el BCRA evitó dar respuestas claras, sumando más opacidad a la situación.
El resultado de las elecciones en octubre sorprendió a todos, incluso a los optimistas. El oficialismo ganó contundentemente y revertió una dura derrota en la provincia de Buenos Aires. Los mercados reaccionaron rápidamente, con acciones y bonos argentinos marcando subas históricas, lo que reflejó un renovado apetito por el riesgo local. Sin embargo, el tipo de cambio tuvo una corrección modesta; el dólar solo cayó un 4% al día siguiente de la elección y continuó cerca de su techo.
Washington, que había vendido cerca de 2.000 millones de dólares en el mercado argentino, necesitaba recuperarlos sin desatar otra corrida. Intentar recomprar esa cantidad en un mercado que había caído a 400 millones diarios habría creado más turbulencias. Así, se presentaron dos opciones: recomprar lentamente o activar el mecanismo del swap.
Este swap había sido acordado inicialmente como una especie de seguro. Si el mercado no ofrecía las condiciones ideales para cerrar la operación sin pérdidas, el BCRA compensaría al Tesoro vendiéndole los dólares necesarios. Precisamente eso sucedió. A pesar de que el clima financiero mejoró tras los resultados electorales, el dólar no bajó lo suficiente para que el Tesoro pudiera recomprar en el mercado sin riesgo. Así, se activó el swap, permitiendo que el BCRA entregara dólares al Tesoro, facilitando que Bessent cerrara su posición con ganancias y sin tener que asumir el riesgo cambiario que afecta a los actores locales.
El BCRA no confirmó ni desmintió la operación, lo que solo aumentó la percepción de opacidad. Sin embargo, los balances mostraron un aumento en los pasivos relacionados al swap, dejando en claro que, mientras que la estrategia fue beneficiosa para el Tesoro, terminó convirtiéndose en una carga adicional para el Banco Central argentino.
Esta maniobra, que evidenció un profundo lazo entre el Tesoro de Estados Unidos, el Ministerio de Economía argentino y el Banco Central, fue irónicamente el mayor “rulo” financiero de todos. El Tesoro vendió dólares en medio de la crisis, cobró una tasa del 4% por los pesos recibidos y luego recompró los dólares sin exposición al riesgo, trasladando el costo al BCRA. Este episodio resalta un hecho clave: sin credibilidad en el esquema cambiario y sin reservas propias, el Banco Central se convirtió en un actor pasivo, a merced de la asistencia externa y asumiendo los costos de operaciones pensadas para beneficio de terceros.