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La Casa que Alquiló Cerati: Crimen del Joven Encontrado Tiene Sospechoso

Los restos de Diego Fernández, un joven desaparecido en 1984, fueron hallados en la casa junto a la que vivió Gustavo Cerati. Un hallazgo casual, un nombre conocido y un crimen olvidado. Así podría resumirse el caso que ha salido a la luz tras más de cuatro décadas de silencio. En mayo de este año, unos obreros que trabajaban en una vivienda del barrio de Coghlan, lindera a la propiedad que alguna vez alquiló Gustavo Cerati, encontraron restos óseos mientras levantaban una medianera. Lo que parecía un accidente de obra se convirtió en la pista principal para identificar el cuerpo de Fernández.

La presencia del nombre del exlíder de Soda Stereo impulsó la historia al centro de la escena pública. Los medios se hicieron eco del hallazgo, atraídos por el morbo que despertaba la idea de un cadáver en el jardín de una vivienda. Para la familia de Diego, este descubrimiento pudo ofrecer un cierre a años de búsquedas infructuosas. En el momento de su desaparición, la policía catalogó el caso como fuga del hogar sin investigar adecuadamente.

Los restos de Diego Fernández, un joven desaparecido en 1984, fueron hallados en la casa junto a la que vivió Gustavo Cerati.

Identificación del Cuerpo y Nuevas Pistas

Con la identificación confirmada por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), la causa ha tomado un nuevo giro. Un testimonio reciente ha señalado a un excompañero del colegio de Diego Fernández como posible sospechoso, lo que ha llevado al fiscal del caso a evaluar su imputación por homicidio. Sin embargo, existe un obstáculo legal: el posible plazo de prescripción del crimen.

El testimonio apunta a Cristian Graf, dueño de la propiedad en la que se encontró el cuerpo. Según el fiscal Martín López Perrando, la familia Graf ha sido seguida desde el principio. Vivieron allí desde los años setenta y su madre aún reside en la casa. Recientemente, un testigo implicó a Cristian, quien actualmente tiene 56 años y asistía al mismo colegio que Diego en 1984.

Un excompañero de Graf, que reside en el exterior, se comunicó con la fiscalía tras el revuelo mediático. Aportó un dato clave, afirmando que Fernández y Graf eran amigos y formaban parte del mismo grupo escolar. Este testigo se conectará con la fiscalía para declarar en las próximas horas.

La Desaparición de Diego Fernández

La última vez que se vio a Diego Fernández fue el 26 de julio de 1984. Tenía 16 años, estudiaba en la Escuela Nacional de Educación Técnica (ENET) N.º 36 y jugaba al fútbol en el Club Excursionistas. Ese día, volvió del colegio, almorzó en su casa, pidió unas monedas y tomó un colectivo hacia la casa de un amigo. Nunca regresó.

Esa misma noche, su familia denunció su desaparición en la comisaría 39, pero la respuesta fue desalentadora: Ya va a volver, seguro se fue con una chica. El caso fue catalogado como fuga de hogar, lo que resultó en la falta de investigación adecuada. La historia se perdió en la burocracia policial y el desinterés judicial. Dos años más tarde, el padre de Diego, Juan Benigno, logró que su testimonio se publicara en el diario Crónica, denunciando el abandono de las autoridades.

Décadas después, fue un sobrino de Diego quien encendió la alarma al ver la noticia del hallazgo en la casa de Coghlan. Reconoció patrones familiares y, tras un análisis genético que cotejó los restos con el ADN de su madre, se confirmó la identidad.

Detalles del Hallazgo

El cuerpo estaba enterrado a solo 60 centímetros de profundidad, en una fosa improvisada y mal cavada. Presentaba una herida punzante en la zona derecha del tórax y marcas de cortes en brazos y piernas, indicando un intento de desmembramiento que no llegó a concretarse.

Entre los objetos encontrados había una suela número 41, un reloj con calculadora, un corbatín azul del colegio, un llavero naranja con una llave y una moneda de cinco yenes. Todo permanecía en el mismo lugar donde estuvo oculto por más de cuarenta años: el patio trasero de la casa de la familia Graf.

Cerati y la Visibilidad del Caso

La vivienda donde apareció el cuerpo colinda con la casa que Gustavo Cerati alquiló entre 2001 y 2003. Aunque el músico no tuvo relación con el crimen ni con los antiguos dueños de la casa vecina, su nombre amplificó la atención hacia una causa que había permanecido olvidada.

La casona de Congreso 3742 fue ocupada por Cerati en una etapa de madurez artística, durante su trabajo en proyectos solistas. Mientras se encontraba en ese lugar, se llevaban a cabo encuentros y grabaciones. Nadie imaginaba que, a pocos metros, se escondía un crimen cometido casi dos décadas antes.

Cuando se conoció el hallazgo, el detalle de que el cuerpo había aparecido junto a la casa que habitó el exlíder de Soda Stereo captó la atención de los medios y del público. Lo que podría haber sido una nota policial de bajo perfil se convirtió en una noticia de interés nacional e internacional.

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