Jaaukanigás: el humedal más biodiverso de Argentina
El Jaaukanigás es el humedal con mayor biodiversidad de Argentina. En el norte de Santa Fe, al borde del majestuoso río Paraná, se despliega un tesoro natural de 420.000 hectáreas que se ha convertido en un espacio invaluable. Su nombre, que en lengua abipona significa gente del agua, rinde homenaje a los antiguos pobladores originarios de estas tierras, cuyos vestigios aún se hallan en algunas islas del río.
Este paraíso natural, ubicado en el litoral argentino, se extiende parcialmente sobre sectores de Chaco y Corrientes, aunque la mayor parte de su superficie pertenece a Santa Fe. Su gran riqueza biológica lo ha convertido en uno de los espacios más valiosos del país, no solo por su fauna y flora únicas, sino también por el papel fundamental que cumple en el equilibrio ambiental y el ciclo del agua.

La importancia del Jaaukanigás
El Jaaukanigás fue declarado sitio Ramsar, una categoría internacional que reconoce a los humedales más importantes del planeta por su biodiversidad y su rol en la conservación del agua. Esta designación implica compromisos estatales para su cuidado, aunque en la práctica muchas de sus zonas todavía carecen de protección efectiva.
En diálogo con Ámbito, Alejandro Giraudo, Doctor en Ciencias Biológicas e investigador del Conicet, habló de la importancia del humedal: Es un humedal de importancia internacional, tiene el reconocimiento de la Convención Ramsar, el primer tratado ambiental del mundo, que se estableció porque se habían perdido el 50% de los humedales.
De los humedales extraemos el agua para todas nuestras actividades, pero también es donde toman el agua los árboles y los animales. Y es agua de buena calidad, que es verdaderamente muy importante. Además, este sector del río, por tener localidades pequeñas y difícil acceso, es muy importante para la biodiversidad, aclaró.
El Mono Carayá, una especie emblemática, solo puede hallarse en la zona del humedal. La variedad de ambientes en Jaaukanigás, como bosques, palmares, humedales y esteros, alberga una rica biodiversidad, con más de 700 vertebrados y 344 especies de aves, que representa aproximadamente el 34% de todas las que viven en Argentina.
No obstante, el especialista también destacó la fauna amenazada: Conserva especies amenazadas, como el ciervo de los pantanos, el agorahuazú y el mono carayá, que solo habita en este humedal, con poblaciones muy abundantes. También se encuentran las dos especies de yacaré nacionales.
Por otro lado, Román Murzyla, Director de Turismo de Villa Ocampo, planteó lo esencial de la preservación del lugar: El Jaaukanigás tiene un modelo de conservación, basado en la participación de los municipios, de las comunas, de la gente, y de los operadores turísticos.
Hay capacitaciones para atraer a la gente, como ganaderos que operan turísticamente como guías de cabalgatas, por ejemplo. Ellos, además de sus actividades tradicionales, que generalmente están integradas al ambiente, se suman a estas propuestas de recibir turistas para dar a conocer el lugar y su importancia. Al Jaaukanigás lo conservamos entre nosotros, los lugareños, sentenció.
El río Paraná es el centro del humedal
Sobre la importancia del río Paraná, el biólogo indicó: El agua es donde comenzó la vida en el planeta, es un elemento esencial para todos los seres vivientes. Tenemos que tener alguna fuente de agua, sino básicamente la vida no existe. Este es el sistema hídrico del lugar, ya que gira en torno al río Paraná, el segundo más ancho de Sudamérica después del Amazonas, y uno de los más caudalosos del mundo. Su caudal varía según la temporada, y en su punto medio transporta el equivalente a 8 millones de litros de cerveza, llegando a 14 millones cuando crece, ejemplificó Ignacio Gebala Elías, guía de turismo en naturaleza y especialista en el Jaaukanigás.
Su planicie de inundación, que puede alcanzar entre 15 y 20 kilómetros, crea un entorno fértil y vital para el ecosistema, amplió acerca de uno de los ríos más importantes del planeta.
La flora y la fauna del Jaaukanigás
La vegetación en este territorio abunda en especies como el timbo colorado, el ambay, el aliso de río, el laurel, el ubajay y el aromático ibirá pitá guazú. La selva presenta árboles nativos entremezclados con densos cañaverales, y en sus aguas florece el asombroso irupé, una planta flotante de gran tamaño.
La fauna es igual de impresionante. En ningún otro rincón del país se observa tanta variedad de especies: se identificaron en el Jaaukanigás cerca del 34% de las aves de Argentina, y un 70% de las aves de la región. Entre los animales más representativos se encuentran los carpinchos, los coatíes, los yacarés, el tatú mayor, las nutrias, las comadrejas, los zorros y hasta pumas en ciertas áreas más alejadas.
Entre sus habitantes más emblemáticos sobresalen los mencionados monos Carayá y los ciervos de los pantanos, especies difíciles de hallar fuera de esta zona. En los cursos de agua prospera la pesca de dorados y surubíes, especies fundamentales para la subsistencia de muchas familias que habitan en el humedal.
Los pobladores de la zona, como ocurre en Puerto Piracuacito, construyeron sus viviendas con recursos del entorno, muchas casas fueron levantadas a mano con caña y barro, y en su mayoría pertenecen a peones rurales encargados del cuidado de las tierras. Además, pequeños rebaños de cabritos, chivos y vacas pastan en espacios aprovechados para la ganadería.
El humedal alberga también huellas milenarias de la cultura originaria. En islas del Río Paraná aún se descubren vasijas, flechas, hornos, tumbas y restos óseos como carcachos, que permiten rastrear la presencia de los Jaaukanigás, uno de los tres grupos que formaban la nación de los abipones, quienes poblaron la región hace más de 6.000 años, contó Gebala.
La implicancia ambiental del humedal y su protección
La importancia ambiental del Jaaukanigás es inmensa. Su capacidad de almacenar agua y regular el clima regional lo convierte en un regulador natural ante sequías o inundaciones. Sin embargo, gran parte del territorio sigue siendo tierra fiscal sin protección efectiva, lo que la expone al avance de actividades humanas descontroladas, incendios e intervenciones destructivas.
Algunas áreas como la Reserva Natural Pindó, en Villa Ocampo, o la Reserva Florencia, ofrecen ejemplos de conservación. No obstante, la mayoría de este enorme humedal carece de un esquema estatal sólido de preservación. La Ley de Bosques brinda cierta cobertura, pero no evitó que muchas veces los incendios arrasaran con zonas críticas del ecosistema.
Respecto a esto, Alejandro Giraudo manifestó: Hoy el Jaaukanigás necesita mayor grado de protección en algunos lugares. Si bien se está logrando con varias estrategias, como es el caso de algunas reservas municipales, necesitamos que se genere un parque provincial en algunas islas fiscales.
Acá la sociedad está convencida, pero requiere también, en estos casos, de decisión política para que se efectivice. Por eso estamos trabajando en conjunto con el Ministerio de Ambiente, muy codo a codo, y con el Ministerio de Turismo, que forman parte de este recorrido para que eso se concrete, destacó.
El Jaaukanigás es un reservorio de vida, un pulmón verde que regula el agua y el clima, y un santuario que guarda secretos arqueológicos y naturales. Su conocimiento y conservación son fundamentales no solo para las comunidades que dependen de él, sino para toda la biodiversidad del país. En tiempos donde el cambio climático amenaza los ecosistemas más frágiles, defender este humedal se vuelve un acto urgente y necesario. Reconocer su valor es el primer paso para garantizar su futuro.