La muerte del papa Francisco ha dejado un legado significativo en la lucha contra la desigualdad y el capitalismo deshumanizante. Su pontificado, que comenzó en 2013, se caracterizó por un firme compromiso con los marginados y una crítica abierta a las estructuras económicas que perpetúan la injusticia social. Con una visión centrada en la dignidad humana, Francisco desafió a gobiernos y empresarios a construir un sistema más justo y solidario.
En su obra Evangelii Gaudium (2013), el Papa denunció lo que él llamaba una economía que mata, cuestionando la teoría del derrame y denunciando la idolatría del mercado. Para él, cuando el dinero se convierte en el fin supremo, se desplaza a la persona, transformando la vida en un mero engranaje de consumo. Su mensaje resonó en un mundo fracturado por la desigualdad, instando a poner a los pobres en el centro del debate económico.
La Visión Ecológica de Francisco
En Laudato Si (2015), el Papa profundizó su crítica al vincular la crisis ambiental con la explotación social. Su denuncia de un modelo de desarrollo que saquea la tierra y descarta a los vulnerables dejó claro que la degradación del planeta y la pobreza son dos caras de la misma moneda. Para Francisco, era fundamental promover una ecología integral que protegiera tanto el medio ambiente como la dignidad de cada persona.
Esta perspectiva no era únicamente ambiental, sino también ética. En Laudato Si, alertó sobre cómo el consumismo desenfrenado y la indiferencia hacia los pobres reflejan una cultura del descarte que pone en peligro el futuro del planeta. Propuso un cambio radical: una economía que respete los límites de la creación y promueva la justicia social, un mensaje que inspiró a movimientos globales en busca de un desarrollo sostenible y humano.
Un Llamado a la Acción
Francisco no solo criticó, sino que también propuso alternativas. Habló de una economía de comunión, inspirada en San Francisco de Asís, que priorizara a las personas sobre el capital. En el encuentro Economía de Francisco (2022), instó a los jóvenes a diseñar un sistema inclusivo y solidario que escuche el grito de los pobres y de la tierra. Su enfoque no era solo paliar la pobreza, sino transformar las estructuras que garantizan la dignidad de todos.
Su postura provocó controversia, y aunque algunos lo acusaron de anticapitalista, él aclaró que no rechazaba el mercado, sino su deriva deshumanizante. En Fratelli Tutti (2020), destacó que la pandemia había expuesto la fragilidad de un sistema incapaz de proteger a los débiles. Su crítica al dios del dinero fue un llamado evangélico, centrado en la defensa de la vida y la dignidad, resonando más allá de las fronteras de la Iglesia.
Un Legado que Resuena
El impacto de Francisco se sintió en movimientos sociales y entre jóvenes que buscan alternativas al modelo económico dominante. En un mundo polarizado, su voz se convirtió en un faro para aquellos que anhelan una economía más humana y solidaria. Su legado no solo vive en sus enseñanzas, sino que también es un desafío ético para las nuevas generaciones.
Francisco nos deja una certeza: no hay futuro si los pobres y el planeta no están en el centro. Su mensaje, eterno y urgente, sigue resonando: una economía al servicio de la vida es posible, y es tarea de todos construirla. Su partida invita a reflexionar y a actuar, recordando que los privilegiados deben compartir, no por caridad, sino por justicia.
El mundo llora la pérdida de un pastor valiente, cuyo legado económico sigue vivo y es un llamado a humanizar el sistema que rige nuestras vidas. Francisco nos dejó un claro mensaje: el futuro depende de cómo tratemos a los más vulnerables y de nuestra capacidad para construir un mundo más justo.
