Las coronas de flores que adornan el patio de una casa son una poderosa metáfora de las existencias desamparadas que deambulan por la vida. Tres hermanas, que evocan a los personajes de Chéjov, se enfrentan a sus recuerdos y traumas, cada una marcada por la herencia de sus madres. Estas figuras maternas, terribles y dolorosas, han dejado una huella imborrable en sus vidas, transformando momentos de felicidad en recuerdos cargados de sufrimiento.
En el contexto de Las tres hermanas de Chéjov, las protagonistas esperan un nuevo comienzo tras la muerte de su padre, mientras que en esta historia, el luto es reciente y palpable. En una casa en San Telmo, que ha permanecido desierta durante años, la pérdida sigue presente, y las hermanas se encuentran atrapadas en sus propias vidas, sin poder avanzar.
Destinos entrelazados y desamparo
Las hermanas de esta narrativa contemporánea están atadas a un destino sombrío. La mayor, atrapada en el abandono de su esposo, ya no puede valerse por sí misma. Su hija se siente condenada a cuidar de ella, sumida en una rutina abrumadora que anhela escapar. La hermana del medio, atrapada en los mandatos familiares, se lleva por delante a quienes la rodean, mientras que la menor busca olvidar su trauma en Barcelona, enfrentando una relación tóxica con su hijo.
Las dinámicas familiares son complejas y desgarradoras. La obra destaca la lucha interna de cada personaje, explorando sus miedos, deseos y la confusión que los envuelve. A través de momentos de humor y tragedia, el espectador se enfrenta a la pregunta sobre la naturaleza de la maternidad y el impacto que esta tiene en las vidas de los hijos.
Referencias culturales y estéticas
Un homenaje a Pedro Almodóvar se presenta a través de una lectura de Todo sobre mi madre, donde se refleja la búsqueda de identidad y la conexión familiar. La escritura de Natalia Villamil ofrece imágenes potentes y perturbadoras, enriquecidas con momentos de luminosidad y humor que equilibran la tensión emocional de la trama.
Las actuaciones de Matilde Campilongo, Yanina Gruden y Liliana Weimer como las hermanas son destacadas, al igual que las de sus hijos, quienes encarnan la soledad y las luchas internas de sus personajes. Desde lo visual, la escenografía de Rodrigo González Garillo sorprende con un montaje dinámico, llevándolos a un viaje nostálgico a través de los olores y colores de la infancia, completado por el diseño de vestuario de Paola Delgado.
La obra no solo explora vínculos familiares, sino también la disfuncionalidad que puede existir en ellos. Con una narrativa que profundiza en las relaciones maternales y fraternas, se construye un entramado complejo que invita a la reflexión sobre la naturaleza de las conexiones humanas.
Flores muertas se presenta en la bella sala Orestes Caviglia del Teatro Nacional Cervantes de jueves a domingos a las 21.
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