Deepfakes y Posverdad: ¿Somos, o Nos Hacemos?
Los deepfakes, que son contenidos audiovisuales falsificados mediante inteligencia artificial, han irrumpido de manera impactante en nuestras sociedades, alterando la percepción pública y planteando serios desafíos éticos y morales. Si bien se habla mucho de los beneficios de la inteligencia artificial, su uso indebido se convierte en una creciente preocupación, especialmente cuando afecta a menores y alimenta el fenómeno conocido como posverdad.
El término deepfake se origina de la combinación de deep learning (aprendizaje profundo) y fake (falso), refiriéndose a imágenes, videos o audios generados por algoritmos sofisticados que imitan a personas reales con sorprendente precisión. Su impacto abarca desde la creación de contenido sexualizado falso hasta la difusión de noticias y declaraciones ficticias, lo que afecta gravemente la percepción colectiva de la realidad.

Impacto en los Menores y la Sociedad
Recientemente, se han registrado múltiples casos en los que adolescentes utilizan estas herramientas tecnológicas para crear imágenes sexuales falsas de compañeros de clase, generando traumas emocionales y situaciones de acoso escolar. El daño psicológico causado por la circulación de estos materiales entre menores es significativo y persistente. Estudios recientes indican que las víctimas de deepfakes enfrentan estrés, ansiedad y depresión, lo que agrava problemas de autoestima y confianza personal. Por ello, se recomienda una intervención educativa temprana y programas de concientización que incluyan a estudiantes, padres y docentes.
El impacto de los deepfakes, sin embargo, no se limita al ámbito escolar ni a los menores. Adultos también están expuestos a contenidos manipulados, enfrentando la dificultad de discernir entre hechos reales y fabricados con inteligencia artificial. Este fenómeno alimenta la posverdad, definida por el Diccionario de Oxford como una situación en la que los hechos objetivos tienen menos influencia en la opinión pública que las emociones y creencias personales. Así, nos convertimos en cámaras de eco de la mentira generada por otros.
La difusión masiva de noticias falsas reforzadas por la credibilidad visual de un deepfake puede tener consecuencias desastrosas para la sociedad. Desde campañas de desinformación durante procesos electorales hasta la creación de conflictos sociales, la facilidad para generar y distribuir contenido falso requiere atención inmediata y una regulación clara.
Este fenómeno no es nuevo. Desde hace años, numerosas organizaciones globales nos alertan sobre estas alteraciones, que han sido potenciadas por la llegada de las redes sociales y ahora se ven exacerbadas por las IAs generativas. La contaminación de contenido falso, cuyo único fin es lograr interacción, conduce a una creciente apatía hacia el consumo de información: como todo puede ser mentira, nada es verdad.
Desafíos y Responsabilidades Compartidas
El auge de las estafas sofisticadas mediante deepfakes presenta un escenario aún más complejo. Técnicas avanzadas de falsificación audiovisual permiten a los estafadores imitar con precisión a figuras de autoridad, desde ejecutivos hasta líderes políticos, así como a familiares de personas comunes.
Los deepfakes explotan sesgos cognitivos como la confianza, la presión temporal, la urgencia, la confirmación y el realismo visual y auditivo. Estos aspectos son pilares fundamentales de nuestra psicología primigenia.
La responsabilidad de contrarrestar este fenómeno es compartida. Las plataformas digitales y redes sociales tienen la obligación moral y técnica de detectar y bloquear contenidos falsos generados por inteligencia artificial. Al mismo tiempo, las instituciones educativas deben priorizar la formación crítica en medios digitales desde una edad temprana. Y nosotros, como miembros activos de la sociedad, debemos esforzarnos por separar la paja del trigo.
Fomentar la alfabetización digital y la concientización sobre inteligencia artificial es sin duda la mejor estrategia para prevenir estos problemas. La realidad nos exige tácticas a corto plazo para combatir este fenómeno:
- Al consumir noticias, busca la validación en al menos dos fuentes de confianza.
- Tómate un momento antes de reenviar algo, verifica la existencia del tópico y la interpretación de la fuente que la cita.
- Recomienda a los menores tener perfiles de redes sociales privados, limitando el acceso a sus imágenes y videos.
- Construye un sistema de palabras de seguridad con tus familiares cercanos para validar inmediatamente la identidad de la persona con quien hablas.
El desafío central consiste en lograr un equilibrio entre innovación tecnológica y ética social. Nuestra capacidad individual para discernir la verdad es la última línea de defensa. Es vital generar conciencia ciudadana para que las personas aprendan a cuestionar y verificar lo que ven, escuchan y comparten en línea.
Docente Secundario, Universitario y CEO de Varegos