De millonario a perderlo todo: la búsqueda de la felicidad

Es común soñar con hacer millones de pesos de un día para el otro, ¿verdad? La lotería es una de las pocas formas de lograrlo, y aunque no siempre tenemos la suerte de nuestro lado, hay quienes han tocado el cielo con las manos.

Uno de esos casos es el de Roy Gibney, quien en unas pocas horas se convirtió en millonario. Sin embargo, su historia nos recuerda que el dinero, aunque tentador, no siempre trae felicidad. Con el tiempo, Roy perdió todo lo que había ganado, pero en ese viaje al despojo encontró algo que no sentía desde hacía mucho: la felicidad.

La historia de Roy Gibney: de lujos y millones, al divorcio y la quiebra

En 1998, Roy ganó nueve millones de euros y comenzó a disfrutar de lujos que antes parecían imposibles. Su suerte era innegable, pero con ella también vino una falta de control. Despilfarró su fortuna cada vez que tuvo la oportunidad.

Compró un caballo de carreras, construyó una mansión y, como si eso no fuera suficiente, decoró su piscina con los números de la lotería que lo había hecho rico. Empezó a salir con varias mujeres, pero finalmente encontró el amor en Darlene Shand, una amiga de toda la vida que se convirtió en su segunda esposa.

Juntos tuvieron un hijo, pero la felicidad no duró mucho. Decidieron separarse, y Darlene se quedó con un hogar en Escocia valorado en 350 mil libras sterling, un coche y una autocaravana, además de 50 mil libras de compensación. Para alguien que había tenido millones, esto no parecía ser un gran problema, pero Roy ya había malgastado gran parte de su fortuna.

El dinero no da la felicidad: la lección de vida del exmillonario

Así, Roy se encontró solo, con solo algunas visitas a sus tres hijos, dos de su primer matrimonio y el que tuvo con Darlene. Aunque le quedaba su lujosa mansión, se dio cuenta de que había perdido su riqueza. Sin embargo, al no tener dinero, reconoció que había recuperado algo vital: felicidad.

En 2018, decidió vender su lujosa propiedad por más de un millón de libras y pagó todas sus deudas. Regresó a Grimsby, su ciudad natal, y aprendió a ser feliz con lo poco. En una entrevista reciente, confesó que “la lotería fue una bendición, pero también una maldición”, y lo dijo con una sonrisa que hacía tiempo no aparecía en su rostro.

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