¿Conflicto cultural o lucha por la cultura?
La tarea central para combatir el derroche, el clientelismo y la corrupción no implica desalojar al Estado de sus funciones, sino más bien fortalecerlo con organismos autónomos, comités de expertos y una buena dosis de transparencia y pluralidad. No necesitamos gerentes que piensen solo en términos de mercado; lo que se requiere son árbitros capaces de elegir proyectos con criterios tanto artísticos como sociales.
Por esto, mantener estos organismos y articularlos con artistas, colectivos, editoriales, salas barriales y bibliotecas populares no es una cuestión de caridad, sino una política pública esencial. No se trata de subsidiar un “arte elitista”, sino de garantizar el derecho a la cultura, la diversidad de lenguajes y la custodia de nuestra tradición.
Un recuerdo potente nos remonta a hace unos 40 años, cuando la “primavera cultural” estalló al finalizar la dictadura. Había cines y teatros a rebosar, una nueva camada de cineastas y dramaturgos nacionales brillando en el escenario internacional, y visitas de grandes intelectuales y artistas. La Argentina recuperó la democracia y se reintegró al mapa cultural global, mientras que hoy, la única película celebrada por el Gobierno fue “Homo Argentum”, un contraste difícil de ignorar.
Recentes, el director del Festival de Cannes, Thierry Frémaux, expresó en el cine Gaumont de Buenos Aires: “Vengo siempre a la Argentina, soy amigo de este país, y me duele ver que un cine que se queda sin recursos, que no recibe el apoyo necesario del Estado, está condenado”. Esto plantea una preocupación real sobre la salud del cine argentino.
Uno de los ejemplos más claros de desfinanciación es el INCAA. Su presupuesto para 2025, fijado en 500 millones de pesos, es una caída dramática respecto a años previos. Con ello, financiar riesgos artísticos se vuelve casi imposible, convirtiendo muchos estrenos de este año en relagos de gestiones pasadas.
El Festival de Cine de Mar del Plata logró sobrevivir, pero la edición de 2025 fue considerada por muchos la más floja desde su clasificación como festival de “clase A” en 1996. No hubo catálogo, la difusión de su programación fue escasa y la casi ausencia de figuras internacionales hizo que muchos marplatenses ni siquiera supieran que se estaba llevando a cabo.
Cifras elocuentes
La concurrencia a las salas de cine en Argentina durante 2025 fue la peor en décadas. A fines del mes pasado, se vendieron 30,1 millones de boletos, en comparación con los 43,1 millones de 2023 y los 50,3 millones de 2015, que había sido el más alto. Estas cifras, claro, reflejan un cambio de hábitos en el consumo audiovisual. Ahora, muchos prefieren las plataformas de streaming antes que el cine tradicional. Por ejemplo, la miniserie “El Eternauta” de Bruno Stagnaro, estrenada en Netflix, atrajo más de 10 millones de visualizaciones, algo que ninguna película nacional en salas podría haber soñado.
El teatro en Argentina, aunque tiene un piso más resistente porque no tiene un reemplazo audiovisual, también está atravesando un momento complicado. Aunque la asistencia sigue siendo significativa, algunos datos indican una pequeña caída en la audiencia. En 2025, se estima que 4,1 millones de espectadores irán al teatro, una ligera baja respecto a años anteriores.
Un programa federal del INT logró 680 funciones en 340 salas, alcanzando a 60.000 personas. Sin embargo, las alarmas se encienden por la disminución de funciones en el circuito independiente y la caída de público en ciertos segmentos. El Fondo Nacional de las Artes sigue operativo, apoyando diversas disciplinas, y recientes convocatorias indican que aún hay vida en la cultura argentina, aunque el esfuerzo de muchos artistas y colectivos se siente casi heroico en este contexto.
En 2025, se lanzaron iniciativas interesantes, como un concurso de proyectos curatoriales y líneas de apoyo para la producción cultural.
La Ciudad
En Buenos Aires, la temporada lírica del Teatro Colón comenzó con “Aída” de Verdi. Aunque la propuesta no fue muy innovadora, otros estrenos, como “Billy Budd” de Britten, resultaron más atractivos. Sin embargo, esta gestión enfrenta conflictos internos; el número de óperas se ha reducido, y la temporada oficial aún no se ha comunicado, pero todo indica que será limitada.
El Complejo Teatral de Buenos Aires presentó “Ricardo III”, lo que generó opiniones divididas, al igual que “La Gaviota” de Chejov. A pesar de las dificultades del sector, el público sigue respondiendo positivamente. En la última Noche de los Museos, las colas fueron largas y el movimiento cultural desbordó expectativas.
Este contraste —la falta de apoyo institucional y la avidez de la gente por participar de la vida cultural— se ha vuelto el tema central. En definitiva, se pone sobre la mesa una cuestión política: si el Estado está dispuesto a sostener un ecosistema cultural que la sociedad ya ha validado con su presencia. Hasta entonces, artistas e instituciones continúan su labor en un entorno desigual, pero con el apoyo social aún firme.