Así surge una nueva clase social digital
La privacidad, durante mucho tiempo, fue vista como algo natural, como esa frontera que nos protegía sin necesidad de mucha atención. Pero, con el aumento de la digitalización, esta percepción está cambiando. Cada vez que interactuamos en internet, dejamos huellas, y cada servicio recopila datos, lo que hace más complicado mantener nuestra intimidad.
Los avances en inteligencia artificial (IA) han apuntado a una transformación estructural en la forma en que percibimos la privacidad. Según estos estudios, está comenzando a funcionar como un recurso desigual. Esto significa que, para quienes pueden pagar por herramientas que limitan el seguimiento de datos, la privacidad se convierte en algo más accesible. En cambio, para los que no tienen esos recursos, lo que antes era un derecho básico se convierte en un privilegio.
La privacidad se vuelve un lujo
Investigaciones recientes muestran que cada año se vuelve más difícil sostener la privacidad. No es por falta de interés; más bien, es el ecosistema digital que incentivó la continua recopilación de datos para publicidad, seguridad y personalización. Cada persona genera una cantidad de información que crece más rápido que la capacidad de protegerla.
Mientras más servicios pasan a ser digitales, surgen más capas de información que circulan sin que podamos controlarlas. Si buscamos protegernos, muchas veces tenemos que optar por soluciones pagas, como servicios de anonimización o plataformas que no rastrean nuestra actividad. Así, la privacidad empieza a dejar de ser un estándar para convertirse en un servicio premium.
Una nueva división social
La IA también está ayudando a vislumbrar una nueva división social que va más allá de la economía. Más que el nivel de ingresos, se basa en la capacidad de cada uno de administrar su privacidad en un mundo que tiende a la exposición total. Los modelos proyectan dos tipos de usuarios:
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Usuarios con privacidad reforzada: Aquellos que pueden invertir en tecnologías que reducen el seguimiento y protegen su información.
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Usuarios expuestos: Los que dependen de servicios gratuitos, exponiéndose a que sus datos sean recopilados y monetizados.
Los estudios indican que quienes estén en la primera categoría tendrán más control sobre su identidad digital. En cambio, los usuarios expuestos estarán más vulnerables a algoritmos que segmentan y manipulan sus datos. De esta manera, se perfila un futuro donde la privacidad podría dejar de ser un valor común y se convierta en un lujo que acentúe las diferencias sociales.