Argentina, entre los países con mayor carga fiscal global
De acuerdo con los últimos datos del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), en septiembre de 2025, las exportaciones de vino argentino cayeron un 6,3% en los primeros nueve meses del año. Pero, por otro lado, hubo un repunte del 13,4% si comparamos septiembre de este año con el mismo mes de 2024. A pesar de estos repuntes aislados, el retroceso acumulado da cuenta de las dificultades que enfrenta el sector para mantener su competitividad en los mercados internacionales, donde competidores con costos fiscales más bajos juegan un papel crucial.
Impuestos desde la finca hasta la mesa
Un estudio de Invecq analizó a fondo la estructura impositiva del vino, utilizando una metodología top-down. Esto significa que miraron desde la producción primaria hasta el punto de venta. Se usaron resultados contables de una bodega y datos de supermercados para validar los precios finales. El resultado habla por sí mismo: la carga impositiva promedio es del 41,8% del precio final. Esto incluye una carga directa, que abarca impuestos sobre utilidades, salarios y ventas, que varía entre 31,5% y 32,1%, y una carga indirecta, sobre consumos y mediaciones, que oscila entre 8,8% y 11,6%.
Los impuestos distorsivos, como el Impuesto a los Débitos y Créditos Bancarios (ICDB) y el Impuesto sobre los Ingresos Brutos (IIBB), son protagonistas de este elevado peso tributario. Según el informe, la carga impositiva sobre el excedente de explotación empresarial —o sea, la ganancia antes de impuestos— alcanza entre 59,5% y 63,2%, dependiendo del tipo de vino. Esto indica que más de la mitad del beneficio generado en la cadena vitivinícola se dirige al pago de impuestos a diferentes niveles: nacional, provincial y municipal.
La presión tributaria afecta no solo a las bodegas, sino también a los productores primarios, transportistas, distribuidores y minoristas. Este efecto acumulativo es uno de los factores que determina los precios que termina pagando el consumidor.
La carga fiscal argentina en la comparación internacional
A diferencia de muchos países donde el vino tiene un tratamiento fiscal más favorable, en Argentina enfrenta una combinación de impuestos bastante extensa. El IVA, los Ingresos Brutos, el Impuesto al Cheque, tasas municipales y otros gravámenes —como el Impuesto a las Ganancias— se suman a la ya pesada carga impositiva. Como resultado, la carga tributaria en el vino argentino más que duplica lo que existe en ciertas naciones europeas, donde generalmente solo se aplica IVA.
Por ejemplo, en Francia, el vino paga un IVA del 20%, lo que representa una incidencia de apenas 16,7% sobre el precio final. En Italia, el IVA es del 22%, con un impacto del 18,0%, mientras que en España, la tasa del 21% se traduce en un 17,4%. En la Unión Europea suele no haber impuestos especiales sobre el vino, marcando una clara diferencia con la situación de Argentina.
En países de la región, como Chile, la carga también es menor. El IVA del 19% ahí implica una incidencia del 15,97%, sin la misma cantidad de impuestos en cascada que enfrente el vino argentino. En Estados Unidos, el sistema combina un impuesto federal de volumen bastante bajo con tributos estatales que varían, representando generalmente entre un 1% y un 5% del precio final.
En Australia, existe un impuesto mayorista del 29% sobre el valor mayorista con un GST del 10%, pero los productores pueden recibir reembolsos parciales. En Sudáfrica, la carga impositiva total ronda el 13% del precio final. En Argentina, el Estado se lleva casi la mitad del valor que genera una botella. En cambio, en muchas naciones europeas, el vino es visto como un patrimonio cultural que se protege desde políticas fiscales más amigables.
Una carga fiscal alta y además muy compleja
No solo los expertos de Invecq han señalado el peso de los impuestos en la vitivinicultura argentina; un estudio realizado por economistas de la Universidad Nacional de Cuyo señala conclusiones similares. Según ellos, una bodega mendocina que factura $100 debe destinar $81 a costos de producción, ventas y administración, dejando un margen bruto de apenas $19. De ese margen, cerca de $12 se destinan a impuestos, reduciendo su ganancia neta a solo $7 por cada $100 facturados.
En términos de carga sobre el excedente puro de producción, se estima que el peso fiscal es del 57,1% para una finca y 62,4% para una bodega. Comparando, en Chile, estos porcentajes son de 33,3% y 42,4%. Esta diferencia de más de veinte puntos refleja la desventaja estructural que enfrenta el vino argentino por su carga tributaria.
La presión fiscal no solo afecta la rentabilidad de las bodegas, sino también su capacidad de competir en mercados internacionales. Los principales países importadores analizan precios finales en dólares y, con una carga fiscal más pesada, un vino argentino puede no lograr llegar a las góndolas. Esto se complica más con el panorama de volatilidad cambiaria y costos logísticos en aumento.
La complicada estructura impositiva encarece el precio de los vinos en el exterior y limita la capacidad de reinversión de las bodegas. En un sector que necesita constante inversión en tecnología y marketing para mantener la calidad, la alta presión tributaria puede frenar el dinamismo necesario para crecer y competir.