la hamburguesería de entraña enfrentando cheques rechazados
La cadena de hamburguesas que alguna vez prometió revolucionar el mercado con su propuesta artesanal enfrenta ahora su momento más crítico. El 25 de noviembre, el Juzgado Nacional en lo Comercial 27 decretó la quiebra de Deniro Hamburguesería S.A.S. Esto significa que los propietarios deben entregar todos sus bienes al síndico, Juan Manuel Ausa, quien se encargará de llevar adelante el proceso.
El comunicado oficial, publicado en el Boletín Oficial el 5 de diciembre y firmado por la jueza María Virginia Villarroel, establece plazos importantes. Los acreedores tendrán hasta el 2 de marzo de 2026 para presentar sus reclamos, mientras que el síndico entregará sus informes en abril y junio del año próximo.
La decisión judicial refleja una crisis predecible para el sector gastronómico y para aquellos que siguieron la trayectoria de la marca. Deniro llegó a tener más de 20 locales en 2022 y en su mejor momento superó los 30, pero ahora acumula cheques rechazados por casi $5.000 millones y un historial de problemas comerciales, laborales y operativos que nunca pudo resolver. Sin embargo, aún mantiene ocho locales activos, que tendrán que seguir las directrices del síndico.
De la expansión a la caída
La historia de Deniro comenzó en 2007, cuando aprovecharon el boom de las hamburguesas artesanales para lanzar un producto distintivo: la hamburguesa de entraña. Desde ese primer momento, la empresa se embarcó en un plan de expansión agresivo, apostando por franquicias y propiciando su crecimiento en distintas zonas del AMBA y más allá. En su apogeo, se posicionó entre las cuatro cadenas de hamburguesas más grandes del país.
Para sostener este vertiginoso crecimiento, Deniro construyó una planta en Mataderos, donde fabricaba panes, medallones y salsas para toda su red. Esto, que inicialmente se presentaba como una ventaja competitiva, se volvió problemático con el tiempo.
A medida que aumentaba su presencia, empezaron a surgir quejas de franquiciados y proveedores. Los reclamos apuntaban a que el costo de las franquicias era demasiado elevado y las proyecciones de ventas poco realistas. La escasa difusión y el soporte operativo deficiente encendieron las alarmas.
Problemas financieros y operativos
Por si fuera poco, los cheques sin fondos se transformaron en una señal preocupante. Según los registros del BCRA, la empresa acumuló cheques rechazados que acumulaban casi $5.000 millones, reflejando la seriedad de su situación y afectando tanto a proveedores como a los propios franquiciados.
La planta de Mataderos no estuvo exenta de problemas. Fue clausurada en varias ocasiones debido a irregularidades, y las denuncias de vecinos sobre incumplimientos y conexiones ilegales a servicios no ayudaron a mejorar la imagen de la empresa. Ante esto, la compañía solía afirmar que era objeto de una persecución, pero era evidente que había un deterioro en su funcionamiento.
El fallo del Juzgado Comercial 27 determinó que los dueños debían entregar todos los bienes al síndico para asegurar la posesión. Además, se prohibieron los pagos a la compañía, lo que tendría efectos significativos en su operativa.
Los próximos meses serán cruciales, con la verificación de créditos y el avance hacia la liquidación. La caída de Deniro es un reflejo de una tendencia que venimos viendo en la gastronomía: crecimientos rápidos sostenidos por estructuras frágiles, una ambiciosa estrategia de marketing, costos en aumento y un mercado cada vez más competitivo.