El consumo global de vinos se inclina por opciones ligeras

Las cifras más recientes del Instituto Nacional de Vitivinicultura indican que las exportaciones de vino de enero a octubre de este año cayeron un 5,1% en comparación con el mismo período de 2022. Sin embargo, al mirar más de cerca, los vinos tintos sufrieron una caída del 6,2% interanual, mientras que los blancos se mantuvieron casi estables.

En total, se exportaron más de 22 millones de litros de vino blanco, que constituyen aproximadamente el 18% del volumen total. Dentro de esta categoría, encontramos blancos sin mención varietal, varietales y espumosos, cada uno con su propio comportamiento en el mercado.

A pesar de la baja en algunos segmentos, el Malbec sigue siendo la cepa estrella de Argentina, acaparando un 70,5% de las exportaciones. Le sigue el Cabernet Sauvignon con un 8,4%. Los vinos blancos no se quedan atrás y aparecen en posiciones competitivas: el Chardonnay ocupa el tercer lugar (5,6%), seguido por el Torrontés Riojano (2,1%) y el Sauvignon Blanc (1,4%).

El avance de los blancos en el contexto global

En el ámbito internacional, el consumo de vino ha ido cambiando notablemente. Según la Organización Internacional de la Viña y el Vino, tanto los blancos como los rosados han ganado popularidad en las últimas décadas, mientras que los tintos han perdido un poco de terreno. Esta tendencia se debe a que muchos consumidores buscan opciones más frescas y menos formales, que se integran mejor a estilos de vida más urbanos y comidas menos pesadas.

Los jóvenes adultos, como los millennials y la generación Z, tienden a consumar menos alcohol que las generaciones anteriores. Prefieren bebidas que ofrezcan una experiencia más moderada, saludable y variada. Todo esto se suma a la ola del “wellness”, donde la atención a la ingesta calórica y alcohólica está más presente que nunca.

Desde 2020 hasta 2024, se ha notado un incremento en la búsqueda de alternativas con menos alcohol. Este cambio se ve especialmente entre aquellos más preocupados por su salud. Las bodegas también han respondido a esta demanda, ofreciendo vinos con menor graduación alcohólica y formatos más accesibles, como latas y envases retornables.

El impacto del cambio climático también es un factor a considerar. Las olas de calor han aumentado el contenido alcohólico natural de algunas cosechas, creando vinos más “pesados” que no siempre coinciden con la preferencia actual por frescura y ligereza. Este fenómeno ha llevado a una mayor búsqueda de vinos más directos y equilibrados.

Además, la reciente crisis global ha complicado las decisiones en el mercado vitivinícola. Problemas como el aumento de precios y cuestiones logísticas han obligado tanto a productores como a consumidores a repensar sus elecciones. En este contexto, los vinos de consumo diario han logrado mantenerse o incluso ganar cuota de mercado frente a opciones más premium.

El rosado, que brilló en el mercado durante años, se ha estabilizado en su consumo. Sin embargo, sigue siendo más popular que muchos tintos pesados, especialmente en climas cálidos y ocasiones informales. Las categorías espumosas también continúan teniendo un lugar especial, ya sea para celebraciones o momentos más relajados.

La ola de vinos orgánicos también juega su partido

Con la transformación del consumo, han surgido nuevas subcategorías como los vinos naturales y aquellos elaborados bajo prácticas orgánicas o biodinámicas. Estos vinos han captado la atención de quienes valoran la sostenibilidad y la transparencia en la producción. Aunque no siempre tienen menor graduación alcohólica, su imagen de autenticidad encanta a consumidores urbanos que buscan opciones responsables.

La diversificación de formatos, como las botellas pequeñas y las latas premium, facilita el consumo de vino en situaciones cotidianas, desde un almuerzo al aire libre hasta una cena en casa. Esta mayor disponibilidad de opciones de menor alcohol es también bien recibida por quienes se ocupan de la salud pública.

Investigaciones recientes indican un crecimiento en la aceptación de alternativas de bajo alcohol, con muchas grandes bodegas y pequeños productores lanzando líneas como “0%” o “low-ABV”. Las cadenas de supermercados y restaurantes han ampliado su oferta para satisfacer una demanda que ya no se puede considerar marginal.

Es importante señalar que el panorama no es homogéneo. En regiones con una larga tradición en el consumo de tintos, como algunas áreas de Francia, Italia y España, puede que la caída en la demanda de tintos no sea tan acentuada. En mercados emergentes, la situación también depende del acceso y el poder adquisitivo. A menudo, por razones de aspiración, el consumo puede orientarse hacia vinos importados de alta gama, lo que contradice la tendencia global hacia lo más ligero. Además, la volatilidad en los precios y el clima afecta temporalmente las preferencias de los consumidores.

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