La dictadura de tres décadas en España y su legado político
Franco, un personaje clave en la historia de España, gobernó de manera autoritaria tras la Guerra Civil que estalló entre 1936 y 1939. Su régimen se extendió por 36 años. A su muerte, nunca se juzgó a ningún miembro de su gobierno por las libertades que suprimieron, gracias a una amnistía que abarcó a ambos bandos del conflicto.
Recientemente, una encuesta en España reveló algo sorprendente: aunque la mayoría considera negativa la dictadura, un 21% de los encuestados cree que los años del franquismo fueron positivos o muy positivos para el país. Este dato encaja con un aumento de publicaciones que alaban esa época, especialmente entre los más jóvenes, que tienen poco conocimiento histórico y son susceptibles a la propaganda en redes sociales.
El mando de Francisco Franco
La frase “Francisco Franco, Caudillo de España por la Gracia de Dios” acompañó durante mucho tiempo la imagen del dictador en las monedas y reflejó su visión del poder. Franco asumió la Jefatura del Estado el 1 de octubre de 1936, después de que los generales rebeldes se alzaron contra la II República. Esta insurrección desembocó en una guerra civil que culminó con la victoria del franquismo.
Fue en 1947 cuando se estableció que España era un reino y que Franco podría designar a su sucesor. Finalmente, en 1969, eligió a Juan Carlos, un adolescente que se trasladó a Madrid a los 10 años bajo la supervisión de Franco y que se educaría para asumir un futuro papel en el Estado. En una ceremonia, Franco presentó a Juan Carlos como su sucesor ante el Parlamento franquista, describiendo su lealtad a los principios del régimen.
El intento de perpetuar el régimen en España
Pocos meses después, Franco, en su saludo navideño de 1969, manifestó que “todo ha quedado atado y bien atado”, reflejando su intento de asegurar la continuidad del régimen incluso después de su partida. Sin embargo, en un movimiento inesperado, separó la Jefatura del Estado de la Presidencia del Gobierno, lo que hizo que muchos en su entorno viesen esto como un intento de mantener el franquismo sin él.
En junio de 1973, nombró al almirante Luis Carrero Blanco como jefe del Gobierno, cumpliendo el rol de su hombre de confianza. Sin embargo, su plan se frustró cuando Carrero fue asesinado en un ataque de ETA en diciembre de 1973. Esta pérdida desató una serie de eventos que pusieron en peligro al régimen, al mismo tiempo que la salud de Franco se deterioraba.
Las facciones más conservadoras se hicieron más influyentes durante este período. Luego de la muerte de Carrero, Franco eligió a Carlos Arias Navarro, un político muy cercano a él, como nuevo presidente del Gobierno, creyendo que así garantizaría la perpetuidad del régimen.
Sus últimos días
En 1974, Franco ingresó al hospital para tratarse una flebitis. Durante su recuperación, Juan Carlos asumió interinamente la jefatura del Estado. A pesar de su mala salud, Franco decidió retomar el control. Todo culminó en octubre de 1975, un mes trágico en el que sufrió un infarto el 14 y murió el 25. Durante esos días, intentaron organizar el traspaso de poder, y Juan Carlos volvió a asumir interinamente.
Su coronación como rey se realizó el 22 de noviembre de 1975, poco después de la muerte del dictador. Este desenlace histórico ocurrió en un contexto donde España se retiraba del Sáhara Occidental, lo que simbolizaba el colapso de un sistema político que ya estaba en sus horas finales.
El ex rey Juan Carlos recuerda que en su última conversación, Franco le pidió que mantuviese la unidad del país. La muerte del dictador generó reacciones encontradas en la sociedad española, mientras muchos esperaban un futuro de paz y reconciliación.
La muerte de Franco
Su funeral contó con figuras como el dictador chileno Augusto Pinochet y Imelda Marcos, esposa del presidente filipino Ferdinand Marcos. Franco fue enterrado en la Basílica del Valle de los Caídos, un monumento que albergó sus restos hasta que en 2019 el Estado español decidió exhumarlos y trasladarlos a un cementerio civil.
Tras su muerte, el entonces presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro, fue destituido por Juan Carlos, quien nombró a Adolfo Suárez como su sucesor. Este nombramiento marcó el comienzo de la Transición, un proceso que desmanteló el sistema franquista y llevó a la aprobación de la Constitución de 1978, cimentando así la democracia en España.