Archie Karas: de millonario a ruina por no saber parar
Archie Karas es un nombre que se escucha en susurros dentro de Las Vegas. Su historia parece sacada de una película: un hombre que empezó de la nada y logró convertir unos pocos dólares en una montaña de millones. Todo el mundo lo miraba con incredulidad y admiración, pero detrás del brillo había una realidad frágil, una línea muy tenue entre la fama y la caída.
Su ascenso fue tan meteórico como su descenso. Karas vivió apostando como si cada jugada fuera la última, y un día, así fue. Lo fascinante de su relato invita a pensar en cómo la misma fuerza que impulsó su éxito terminó siendo su perdición.
De 50 dólares a una fortuna de millones: la historia de Karas
Criado en un ambiente complicado, Archie aprendió pronto que obtener lo que quería no sería fácil. Con apenas unos dólares prestados, llegó a Las Vegas y, en cuestión de semanas, se convirtió en el protagonista de la racha más legendaria que la ciudad había visto. Jugando al póker, a los dados y al baccarat, logró acumular más de 40 millones de dólares.
Su estilo audaz no solo lo hizo destacar, sino que también lo convirtió en un oponente temido. Karas no tenía miedo de enfrentarse a figuras icónicas como Stu Ungar o Chip Reese. Transformó apuestas mínimas en ganancias descomunales, pareciendo, durante un tiempo, estar protegido por la fortuna misma.
Sin límites: la caída del jugador
Sin embargo, esta obsesión por ganar lo llevó a una caída estrepitosa. Empezó a perder millones en una cadena devastadora: primero en los dados, luego en el póker, y finalmente en el baccarat. Cada intento por recuperar sus pérdidas solo lo sumergía más en una espiral de desesperación.
A pesar de sus esfuerzos por alejarse del juego, la tentación siempre lo llamaba de vuelta. Regresaba a las mesas, apostando no solo lo que tenía, sino también lo que no. Al final, no solo se quedó sin dinero; su reputación como el “hombre indestructible” quedó hecha añicos. Todo lo que había construido se desmoronó, dejando a su paso un eco trágico que aún hoy resuena en Las Vegas.