Argentina se prepara para el próximo desafío deportivo
El último Coloquio IDEA nos dejó claro que “salir a la cancha” va más allá de tener una buena estrategia: se trata de coordinar y actuar. Con el lema “Juega Argentina”, el evento se centró en la competitividad, que no se limita solo a ser más eficientes, sino a generar valor en un mundo cada vez más desafiante.
Al final del día, la pregunta siempre es la misma: ¿qué podemos hacer desde nuestras empresas para producir más, mejor y de manera sostenible? Es un desafío constante que requiere autoevaluación y acción.
Argentina tiene con qué. Contamos con una capacidad impresionante, recursos y mucho talento. Sin embargo, la distancia entre lo que podríamos lograr y lo que realmente alcanzamos es notable. En el ámbito agro, esto se evidencia claramente. Estudios del INTA y del Global Yield Gap Atlas revelan que nuestros cultivos, muchas veces, no rinden como podrían. Mientras tanto, otros países, como Brasil, han logrado mejorar sus rendimientos gracias a la inversión en eficiencia, tecnología y manejo sostenible de la tierra.
Y aquí es donde se abre un debate interesante. Esta brecha no es solo un tema técnico; refleja nuestra competitividad como país. Sabemos jugar, tenemos los jugadores, pero a veces no logramos definir bien el arco. Sabemos cómo producir, pero convertir esa capacidad en resultados sostenibles se vuelve un reto. No solo depende del contexto, sino de cómo elegimos actuar cada día.
La productividad se construye desde adentro. No se impone de afuera, sino que nace en la forma en que lideramos, organizamos equipos y utilizamos nuestros recursos. Competir mejor no siempre significa invertir más, sino hacer un mejor uso de lo que ya tenemos. Se trata de reducir desperdicios, optimizar procesos y, sobre todo, agregar valor mediante el conocimiento.
En el campo, este concepto se ve con claridad. Regenerar la tierra es más que un compromiso ambiental; es clave para mejorar la productividad. Un suelo bien cuidado produce más y se mantiene equilibrado con el tiempo. Adoptar prácticas sostenibles, gestionar el agua y usar bioinsumos no solo mejora los rendimientos, sino que también fomenta una relación más inteligente con la tierra.
Gran parte del potencial del agro argentino se encuentra justo antes de la siembra: la selección de semillas, la planificación de la densidad, y la gestión nutricional son fundamentales. La brecha de rendimiento no se cierra simplemente aumentando la superficie cultivada, sino adquiriendo más conocimiento.
Esto también se aplica a las empresas. Regenerar procesos, capacitar a las personas y fortalecer los equipos puede hacer maravillas. Innovar no siempre significa traer algo nuevo, sino hacer bien lo esencial. Se puede presentar con una mejor organización, un liderazgo más humano o una cultura que promueva la colaboración.
La competitividad no se logra de la noche a la mañana; se entrena. Como en cualquier equipo, los resultados dependen del compromiso y la constancia. Entrenar es cuidar los recursos, medir lo que se hace y animarse a realizar cambios. También implica tener una visión común: el crecimiento individual no basta si no se traduce en crecimiento colectivo.
Argentina tiene a su favor una rica historia, talento y un potente espíritu emprendedor. Si logramos reducir esa brecha productiva, regenerar lo que está desgastado y combinar innovación con compromiso, podremos comprobar que la productividad no es solo un sueño, sino una práctica alcanzable.
Competir mejor es mucho más que ganar mercados; es trabajar de manera distinta, con estrategia, colaboración y confianza en nuestras capacidades. Porque cuando Argentina juega en equipo, siempre se inclina la cancha a nuestro favor.